Mis padres viajaban mucho y yo solia quedarme solo por mucho tiempo, asi que un niño aburrido busca en que entretener su tiempo, y encontre un buen lugar en la biblioteca de mi padre, esta era muy grande, de pared a pared y de piso a techo, con los libros empastados en materiales finos, pero como dice el dicho, no juzgues un libro por su pasta, mi padre solo habia mandado empastar libros que no leia y solo eran para presumir, no tenian ningun orden ni concierto, ni siquiera estaban organizados en temas, todos los libros del mismo tamaño estaban en el mismo lugar, asi que junto a Julio Verne podia estar un libro de Contabilidad o uno de J. J. Benitez, libros por metro, pero a pesar de ello, era un paraiso.
Fui leeyendo uno a uno, si me interesaba, me pasaba varias tardes en la sala, leyendo, si no me gustaba, lo regresaba a su lugar inmediatamente, supongo que el gusto literario es de nacimiento, porque pude leer muy buenas obras, Los Tres Mosqueteros, El Fantasma de Canterville, La Odisea, Melville, Tolstoi, Gogol, La enciclopedia de Mexico (1a Edicion) y algunos libros de fotografias, entre ellos los reportes sexenales, que tenian magnificas imagenes, pero se me hacian mas inventados que la literatura. En cambio otros libros, como los de JJ Benitez o Luis Pazos se me hacian basura pura.
Y asi pasaron los años, para cuando ya estaba en el ultimo año de primaria, habia acabado con todo lo bueno, mis habitos de lectura bien establecidos, mis vicios de lectura implantados e imborrables, entre ellos, el leer comiendo conejitos de chocolate, que ensuciaron mas de un libro de esa impecable biblioteca, pero como mi padre ni los abria, jamas se entero.
Como colofon a esa historia, la biblioteca de mi madre la visite poco, todos eran libros de medicina, demasiado gore para mi, y aunque aprendi mucho, nunca tuve vocacion para atender el dolor humano.
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